El rey del plumero blanco
Cornette recoge en su libro la vida del soberano de Francia Enrique IV
Para empezar con la receta de hoy, cogemos un cazo y le echamos un poco de traición, asesinatos, guerras, confabulaciones, reyes, religión y mujeres. Lo removemos todo bien, que quede una masa compacta, le añadimos un poco de sal y aceite y ¡ya lo tenemos listo! Un libro sobre Enrique IV, que recoge la vida y vivencias de este rey.
Jöel Cornette, es el autor del libro Henri IV: la réconstruction de l´État, éste fue presentado en una conferencia organizada por el Institut Universitàri d'Història Jaume Vicens Vives (IUHJVV), la Facultad de Humanidades y el Departamento de Humanidades de la Universitat Pompeu Fabra (UPF). Una conferencia realizada en francés con traducción simultanea, en la que hubo una amplia asistencia del país vecino.
Cornette empezó su conferencia situando un poco las dinastías de los monarcas que preceden al que centra su obra. Enrique IV, conocido como el rey del plumero blanco-símbolo de su soberanía- fue el heredero de Enrique III, que fue asesinado por un fraile Dominico. Éste último al no tener hijos y ya que las mujeres no podían gobernar, buscó un primo lejano en quien delegar la corona y esta recayó en su tocayo.
Enrique IV fue conocido también como “el galán verde” ya que éste se caracterizaba por gustarle mucho las mujeres y tener así numerosas amantes. Como el Julio Iglesias de la época en su canción Soy un truhan soy un señor: “me gustan las mujeres me gusta el vino”. Una paradoja que existe con Enrique, es que durante su vida fue muy odiado, en cambio en el imaginario de un gran colectivo de franceses fue un monarca muy querido. Tanto es así que éste acuñó la frase “Un pollo en las ollas de todos los campesinos, todos los domingos”, referenciando así, que se preocupaba por su pueblo.
Un rey, con una peculiar motivación, hasta seis veces cambió de religión, siempre buscando lo que más le convenía en cada momento. Su fidelidad a Dios no era muy fuerte que digamos. Enrique se casó con María de Medici, conocida como la gran banquera. Para poder tener así una sucesión, aunque no se puede negar el interés económico por atar su casa con la de los conocidos financieros florentinos.
Enrique fue un rey mediático, ya que sabía que con la guerra no era suficiente si quería meterse al pueblo en el bolsillo, necesitaba hacerse publicidad. Una imagen vale más que mil palabras. El autor del libro, durante el acto, realizó varias alusiones a Felipe II de España, remarcando las diferencias entre los dos monarcas.
Como si de un círculo vicioso se tratase, Enrique IV al igual que su predecesor, también murió asesinado. Supuestamente el ejecutor fue enviado por Dios, naturalmente el asesino no quedó impune, siendo desmembrado. Una vez muerto Enrique, se le realizó una máscara de su cara y una efigie. Una especie de maniquí, con brazos articulados, que durante días sirvió para representar que el rey no había muerto. Pretendían simular la inmortalidad de la monarquía. Las vidas de los hombres son efímeras, pero sus actos son inmortales, nunca descansarán.

No hay comentarios:
Publicar un comentario