domingo, 15 de abril de 2012

Reportaje dedicado a William Howard Russell, el primer reportero en realizar crónicas de guerra

Las verdades ofenden

Russell fue enviado como corresponsal de guerra a cubrir el conflicto de Crimea

Granadas, ejércitos, metralla, caballería, trincheras, navíos de guerra, gritos de desolación, muertes, sangre y una larga lista de palabras que podrían perfectamente tener cabida en una película bélica. Estos son algunos de los vocablos que aparecieron en las primeras crónicas de guerra y que marcaron un antes y un después en la forma de narrar los hechos para los futuros corresponsales.

William Howard Russell se crio en Liverpool, zona lluviosa donde las haya. Quizás esa ciudad y su clima impulsasen la aparición de su afilada pluma, que con cada crónica de guerra que este escribía, estas calaban como la fina lluvia londinense, sobre los huesos de los altos mandos. Russell trabajaba para el diario The Times, su director, John Tadeus Delane fue el responsable de enviar a William a cubrir la Guerra de Crimea (1853-1856), aunque seguramente más tarde se arrepintiese de ese hecho. The Times fue el periódico pionero en enviar corresponsales al extranjero, así como enviarlos a la guerra a cubrir conflictos.

Una Guerra que enfrentó al Imperio ruso y una alianza formada por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, Francia y el Imperio otomano, la suerte estaba echada al igual que la diversión asegurada. Russell criticó la falta de desatención médica que sufrían los soldados ingleses, quizás un cadáver más no se  notaría, debían pensar… Además denunció la falta de material e incompetencia de algunos oficiales, la verdad salía a la luz, aunque no gustase en algunos estamentos. El mando militar británico no tomó ningún tipo de control sobre William, lo dejaron campar a sus anchas.

La ética de Russell parece que no gustaba en el Parlamento, que llegó a votar una moción de censura para condenar las mentiras del periodista y de The Times. Tanto dolían esas supuestas falsedades, que el Alto Estado Mayor prohibió a los soldados que se encontraban en Crimea que hablasen con William e incluso que le dieran comida, a ver si así se moría y con él sus mentiras…

William podía hacer alarde de su transparencia con la información que hacía llegar al periódico para el que trabajaba. Pero tanta nitidez llegó a provocar el enfado de la reina Victoria I del Reino Unido por la cobertura que había recibido el conflicto en el que su país estaba inmiscuido. Aún peor fue la sugerencia del príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha llegando a pedir al Ejército el linchamiento del corresponsal del Times. Esta cita de una de sus crónicas relata a la perfección su ética periodística: “Éstas son verdades difíciles, pero el pueblo inglés debe escucharlas. Debe saber que el mendigo que se tambalea bajo la lluvia en las calles de Londres lleva la vida de un príncipe, en comparación con la que llevan los soldados que luchan por su país". Aunque duela, una verdad siempre será una verdad.

El 25 de octubre de 1854, Russell fue testigo de la Carga de la Brigada ligera ante la plaza rusa de Balaclava, años más tarde se realizó una película con el mismo nombre. Fue durante este suceso cuando William acuñó la expresión “la delgada línea roja” en referencia a la línea que formaron frente a la caballería rusa, los fusileros británicos, vestidos con casacas rojas. El periodista desde su asiento privilegiado en este frente, debió de haber disfrutado con esa formación digna de un juego de estrategia.

Esta Carga también fue conocida como “cabalgada al infierno”, quizás más de un británico se encontró con algún antepasado suyo al realizar esta acción considerada por algunos historiadores como una operación militar que se tomó de manera precipitada y sin el debido análisis de la situación. Pese al mar de sangre británico que esta Carga supuso, la acción acabó siendo exitosa. Russell escribió: “Cuando se hallaban a unos mil metros de distancia, toda la línea enemiga comenzó a vomitar, por treinta bocas de hierro, un torrente de fuego, de humo y de metralla en medio del cual silbaban los obuses mortales. Su alcance quedaba marcado por los vacíos producidos en nuestras filas, por los hombres y los caballos muertos, por corceles que se desbocaban heridos o sin jinete, a lo ancho de la llanura”.

Ya en febrero de 1856, quisieron que Russell dejase de difundir detalles sobre la guerra ya que estos podían ayudar al enemigo, puede que los rusos fueran aficionados a la prensa inglesa, quien sabe. En algunas ocasiones, no hay nada que ofenda más que la pura verdad. Russell con su seguimiento de la Guerra de Crimea y sus escritos para el diario The Times, seguramente hiciese que a más de un alto cargo estatal le hirviera la sangre e incluso se acordase de sus difuntos.

Russell era como el Alceste del Misántropo de Molière, no se callaba la verdad ni aunque eso pudiese perjudicar a la imagen de su propio país, ante todo debe prevalecer la transparencia y veracidad de los hechos.

La pluma de Russel no mentía y esto queda bien reflejado en estas frases que escribió en una de sus crónicas como corresponsal de guerra: "A las 11,00, nuestra Brigada de Caballería Ligera se precipitó hacia el frente". Terminando así: "A las 11.35 no quedaba un solo soldado británico, excepto los muertos y los moribundos, ante los sangrientos cañones moscovitas". Era la primera vez que un diario inglés contaba una derrota casera y a más de uno esta noticia le debió coger por sorpresa y sin mucha alegría, la verdad.

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